domingo, 13 de septiembre de 2009

SOCIO-POÉTICAS I

Por Karina Olivares

Vamos a mirar un día el día
y diremos:
allí están piedra con piedra juntas
nuestras ansias
los anhelos
de la patria
que queremos.

Porque un día andando sus caminos
reparé en lo perdidos que estaban los sueños
perdidos en el limbo subterráneo
de algún político ciego.
Bardo subterráneo,
de hospitales y cementerios
que no es lo que quise un día
cuando dejé mi otro cielo.

El golpe avisa
nada es eterno.

Dejé mi casa en la cima
para venir a este infierno
que es este país sin hermanos
donde todo queda en el verso:
(que voy, que vengo, que lo hago)
y todo al final es incompleto
(el amor, las ganas, el proyecto)

Tras el desgaste de esta teórica-retórica
me encuentro
hilando fino estos misterios
de cómo reencontrar al hombre, al ser humano
detrás de este entuerto.

Porque no me encuentro grata
de visita en este país desierto
donde todo se vende
(incluso el alma)
por un poco de dinero.

Pero ese día, empero,
viene lejos silbando cantos nuevos
con mis manos te lo escribo,
alegremente
en estos versos.

viernes, 11 de septiembre de 2009

VERBOS PARA GENTE OCUPADA: Sanar

Por Karina Olivares


Casi siempre que puedo cuento esta historia acerca de dónde y cómo aprendí por primera vez los temas ligados a la sanación: En ese entonces tenía 16 años y por aquellas cosas de la vida llevaba tiempo viviendo en casa de mi abuela paterna, una mujer muy católica que vivía sola en su casa, un hogar sencillo, pero muy bien mantenido.

Su labor en el barrio era bastante conocida y respetada por quienes tenían acceso de cerca a su trabajo como "componedora de huesos", un oficio muy extendido en el campo y que actualmente podría parecerse en algo a la Quiropraxia de la medicina alternativa. Como sanadora avezada, las personas acudían a su casa desde cualquier lugar de Santiago en busca de la salud perdida a causa de algún desafortunado accidente o aquellas tipicas dolencias crónicas.

Su especialidad eran los huesos fracturados. Recuerdo nítidamente mi impacto al ver como un día llegó hasta su casa un hombre que había sufrido un accidente en bicicleta. El hecho había dejado muy a mal traer su clavícula, uno de los dos huesos situados en la parte superior del pecho.

Los movimientos corporales exactos y muy focalizados que le aplicó mi abuela, permitieron al hombre dejar de sentir aquel dolor agudo por el cual había llegado, logrando marcharse posteriormente con la certeza de haberse recuperado del todo.

A los días volvió muy alegre con el alta médica en sus manos. ¿Cuánto le debo? -le dijo el hombre a mi abuela- ¡Nada! -le respondió- “Esto lo hace él” apuntando a un sencillo altar donde ubicaba sus imágenes de Cristo y la Virgen, además del libro más importante para ella: la Biblia Latinoamericana.

Las experiencias vividas en su casa me marcaron para siempre. El escaso tiempo que duró esta especie de “pasantía” me dio luces años después para adentrarme en temas ligados a la sanación y la espiritualidad vista desde la práctica, en terreno. También para hablar con propiedad acerca de cómo creo se producen los procesos de salud/enfermedad en nuestras vidas y los caminos para lograr mantener una buena salud.

Ciertamente existen muchos caminos para sanar. Por un lado los conocidos como respuesta de la medicina oficial y aquellos que la propia vida personal provee como reserva familiar y cultural, que a mi modo de ver poseen una riqueza invaluable.

Como sanadora inserta en una comunidad determinada, mi abuela era muy respetada y querida. Casi nunca se enfermaba, lo que es un registro importante en aquellos que deben prestar los servicios sanitarios. Utilizando su ejemplo de vida, ocuparé algunos de sus atributos personales para definir cómo se convierte uno en un buen médico de sí mismo:

1. Tener un buen sentido del yo, verdadera autoestima. Esto incluye cuidar el cuerpo como un “templo” donde anida el mundo interior. El cuerpo que tenemos no nos fue dado al azar, se trata de un vehículo para desarrollar todas nuestras potencialidades internas.

2. Darse el tiempo para meditar. Esto es, entrar en sintonía con todo lo que está fraguándose internamente. Para algunos puede ser ORAR en el sentido religioso, como lo hacía mi abuela; entrar en contacto con el Alma personal y vincular el cuerpo con las emociones del día porque allí aparece un correlato muy valioso.

3. Estar dispuestos, preparados para ver oportunidades en las desgracias que pueden representar las enfermedades pasajeras o las dolencias crónicas. Este punto no es tan sencillo, por cuanto esta capacidad se determina en la infancia: si escucho hablar de problemas y enfermedades incurables, mi cerebro copiará esa manera de ver el mundo y será un espejo repetidor de las experiencias que recibí en esa etapa. Pero ánimo porque también se puede des-aprender.

4. Escucharse. Alguien dijo por ahí: “La cabeza no ha escuchado, mientras no escuche el corazón”. Muchas de nuestras dolencias más clásicas son parte de una necesaria conversación que se encuentra pendiente. ¿Cuánto estoy dando sin recibir? ¿Pongo suficientes límites en mi relación con los demás? ¿Me doy tiempo para estar un tiempo a solas?

Busca en tus registros familiares o de amistad alguien a quien consideres una persona sana en cuerpo, mente, espíritu o en las tres juntas. Identifica qué hacen o hicieron esas personas para ser distintas e intenta copiar esos buenos ejemplos.

Hazte parte de ese “estilo de vida” que comparten las personas sanas. Acá te dejo las que creo les son propias:

- Se ríen mucho, también lloran prudentemente.
- Siempre buscan una lección en cada acontecimiento.
- Buscan espacios de soledad y de encuentro consigo mismo, aunque se los pueda ver activamente involucrados en causas sociales o de otra índole, vinculada a la solidaridad.
- Cuidan los excesos de todo tipo.
- Confían en algo o alguien superior a ellos. Esto puede ser Dios para los cristianos o alguna creencia en particular: Aunque parecen estar solos, NUNCA lo están.

Entonces SANAR no es azar, sino causa y efecto de un compromiso que implica asumir un nuevo estilo de vida. Desde aquí deseo que logres sanar de todo aquello que necesite ser sanado, porque la única obligación en la corta vida que tenemos es ser felices “en el siempre presente ahora”.


jueves, 3 de septiembre de 2009

VERBOS PARA GENTE OCUPADA: Soltar

Por Karina Olivares


Acaparar, consumir y desechar son tres acciones alineadas que se autorregulan a sí mismas. Que forman parte de un mismo sistema perfectamente diseñado para que siempre estemos dentro de alguna de ellas. De las tres acciones, tal vez “acaparar” sea la que más esfuerzos nos lleva. A algunos tal vez toda una vida.

Porque el acto de consumir es breve. Lo que dura el placer que lo sustenta. Lo siguiente es el consabido reemplazo, cuyo ejemplo más sobresaliente es la híper tecnologización a la que estamos expuestos cada día: de alguna manera TODO podría quedar obsoleto mañana.

Sin embargo, el instinto acaparador del ser humano parece no quedar obsoleto nunca, se replica y renueva cada vez con más fuerza. Precisamente ahora estamos llenos de cosas, de distintas cosas. También llenos de amigos, de relaciones, de compromisos e invitaciones. Muchas de ellas nunca van a traspasar el límite de lo virtual, pero van a ser cosas que vamos a coleccionar para llenar el vacío.

¿De cuánto estamos hablando: 100, 200, 300 amigos en tu red virtual? Cuantificando el contador de “amigos” tengo al menos 120. De ellos solo 10 o 12 tienen expuesto su teléfono para que los llame si tengo algún problema. De todos los demás sabré a tiempo “qué están pensando” pero no llegaré a saber nunca que rayos están sintiendo.

Con el explosivo avance de las redes sociales, confirmo mi tesis de que nadie quiere involucrarse en una relación, ni retomar genuinamente amistades de infancia, salvo para alimentar este viejo placer que se llama curiosidad.

Presumo que casi siempre detrás de ello sigue estando el temor al vacío o la incapacidad de estar en el presente. Un presente siempre tinturado por la nebulosa del pasado y que muchos adornan con realismo mágico. Lo lindo que fue. Lo que tuve. La nostalgia.

Cuesta mucho soltar y verse realmente en esta vacuidad que nos haría más auténticos y creativos. Siempre hay que estar en algo. Formar parte de... Pertenecer. Que no te vean solo como Toribio el Náufrago.

Se le teme al vacío más que a nada en el mundo. Por eso la tendencia es a adornar y a multiplicar lo positivo de las cosas y las personas que nos rodean, a quererlas, a no dejar que partan de nuestro lado. A generar a veces vínculos en extremo virtuales y muy poco aportadores. Por hacer bulto, por querer parecer algo.

Esto nos lleva sin duda a algo más profundo: los apegos. Y el objeto de los apegos son las cosas y los seres. Los budistas hablan mucho de este concepto como una de las causas del sufrimiento, de hecho lo encasillan dentro de los cinco venenos mentales junto con la ira, la envidia, los celos y la ignorancia.

Ellos dicen que si bien es cierto existe lo hermoso y lo bonito, con el apego se tiende a adornar, a multiplicar las virtudes de eso o de aquella persona a la cual estamos apegados. De alguna manera sentimos que él o ella son perfectos, no logrando ver con claridad la verdadera naturaleza de las cosas y los seres. Y éste es un mal entender, por eso el apego está errado.

Y si algo o alguien esta errado nos hará sufrir, no funciona. Es como el PC, dice error y el computador dejó de funcionar. Más aún en nuestras relaciones personales.

El desafío ahora es soltar. Aprender a andar más livianos, generando relaciones un poco más genuinas en su fondo y no en la superficialidad. Los amigos epidérmicos solo agrandan el dolor de la soledad. Lo cierto es que como decían los abuelos: los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano. A ellos hay que cuidarlos y quererlos porque son escasos como los animales en vías de extinción.

Acá te dejo tres preguntas básicas para comenzar el eliminar lo que no queremos en la vida y es un peso:

1. ¿Me gusta?
2. ¿Lo necesito?
3. ¿Me aporta, en este momento presente, cosas positivas?

Puedes aplicar esta formula para trabajar el instinto de acaparar cosas: ropa, objetos, tecnologías. Y también en las relaciones humanas que son un lastre pesado y no te dejan avanzar.

Como versa aquella frase: MENOS ES MÁS. Te deseo un buen desprendimiento y un viajar más liviano.