lunes, 29 de marzo de 2010

PASEMOS A OTRO TEMA

Por Karina Olivares


Hagamos un ejercicio patriótico.

Hoy, que nos dure
para todo lo que viene:

“Lo que pasó nunca pasó”

Hagamos un gesto
para auto convencernos
rebobinemos
la cinta
para seguir dormidos,
seguros
en la profundidad de la noche clara
de aquel día,
al fin de este ultimo verano

Apliquemos la fórmula del olvido
esa que enseñan en las familias
antes incluso que el Padre Nuestro

Para no pensar
en cuántos muertos hubo que enterrar ayer,
o a cuánto asciende la cifra
de los “desaparecidos” en el mar

Me gusta este gesto tan patriótico
me trae recuerdos
que aunque escasos,
le son tan propios
a este Chile
País de talentos

Porque cada cierto tiempo
ahora dicen
aterrados
“cada 25 años”
una desgracia
suspende
momentáneamente
la fiesta eterna

Pero hay que seguir la fiesta
hasta que venga el otro sismo
El viento
La inundación
El mar enojao
El puente cortao

O se caiga la casa
que tanto costó
se muera el hermano
lo atropelle una micro
cuando recién parecía
que era tan feliz

Celebremos
que la tragedia está dejando de ser noticia
“Que ahora sí que sí”
"mañana cambio"
"no tomo más"
"busco pega"
o peor aún
“es la ultima vez mijita”

Porque el susto fue grande
y Dios castiga ¿o no lo vio en la tele?
Dios existe
y está furia con Chile

Pero no pensemos
¡No!
que fue por pretenciosos
por arribistas
los mentirosos

O por haber votado en masa
por el magnate
¡No!
no fue por eso

Eso último
mejor
olvidémoslo
también
será mejor
para eso que llaman
“La conciencia nacional”

martes, 23 de marzo de 2010

ORACIÓN BUDISTA

Como las suaves lluvias alimentan el arroyo,
se vierten en los ríos y se reúnen en los océanos,
que así fluya el poder permanente de tu bondad
para despertar y sanar a todos los seres,
los que ahora están aquí,
los que estuvieron
y los que vendrán.

Por el poder permanente de tu bondad
que los deseos de tu corazón se vean pronto cumplidos,
tan brillantes como la brillante luna llena
tan mágicamente como una gema realizadora de deseos.

Por el poder permanente de tu bondad,
que los peligros se alejen y toda enfermedad desaparezca.

Que ningún obstáculo se atraviese en tu camino
Que disfrutes plenamente de una larga vida.

Para aquellos en cuyo corazón habita el respeto,
que siguen el camino con sabiduría y compasión,
que tu vida prospere en las cuatro bendiciones
de vejez, belleza, felicidad y fuerza.

miércoles, 10 de marzo de 2010

EFECTOS PERSONALES

Por Karina Olivares


El agua, que alguna vez alguien dijo, sería un bien escaso.
Agua tibia y reconfortante que emerge, a raudales, cuando tomo mis baños matutinos y cuyo gasto poco me importa, o importaba hasta ayer.

Pueda ser que mañana no goce más en esta cierta impunidad que me otorga la puerta cerrada de mi baño blanco. El gozo del agua: uno de mis efectos personales más preciados.

La luz. Eléctrica, incandescente. Tengo miles de ampolletas bajo consumo, que camuflan mi exceso de consumo diario, el mismo que me opongo a disminuir con cientos de justificaciones que mañana no me servirán de nada.

La lavadora. Varios kilos de carga, poderosa. Tambor de acero. Mi ropa impecable, incluso unos pasos más allá lista para poner, gracias a otro efecto personal imprescindible, la secadora. Mi ropa un poco más allá de mi piel, habla de mi yo en silencio.

La cama. Crecí en camas blandas, camas abrigadas en invierno y casi desnudas en verano. Mi cama vuela por las noches, yo con ella sin saberlo, también. Qué sería de mí, sin este espacio vital en el que vivo también, la otra mitad de mi vida.

Los amigos. Extensiones de un yo siempre en construcción. Mis amigos que temieron irse el 27 de Febrero, sin despedidas, de golpe, sin saber cuánto los quería por ser como son y estar en mi vida. Los radiantes amantes de vivir y a los cuales les queda aún mucho por hacer.

"Algunos” de mis efectos personales. No me los quite nadie, ni la poderosa muerte, el destino escrito o la tierra en la que moro, a préstamo, por estos días movidos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

LA TRAGEDIA DE LOS PERDEDORES

Por Karina Olivares


No me asombra. El robo televisado, el pillaje, el ingobierno. El terremoto ha desprovisto a Chile de su débil cáscara exitista y nos ha dejado tal cual Dios nos echo al mundo, casi de la misma forma como nos encontró este fatídico 27 de Febrero a las 03.37 de la madrugada.

No me asombra, tampoco me impacta demasiado el hecho, por todos conocido de que Chile, convertido ya en discurso y mitología, está lejos de ser una sociedad desarrollada y menos aún “solidaria”. Más bien, en la desgracia, sabemos que primero han de aflorar todos aquellos atributos sombríos, no asumidos, pero tan ampliamente conocidos en el exterior.

No por nada, un célebre aviso encontrado en un país nórdico versa sobre este rasgo idiosincrásico: “Si ve a un chileno robando, déjelo, es parte de su cultura”. Por cierto, exageraban.

El movimiento telúrico nos ha dejado en pelotas. Porque no solo descubrió el contenido de las casas derruidas, que antes estuvieran protegidas por altos muros o lo que tenemos o tuvimos a nivel material y que hoy se ha llevado ese mar que tranquilo “alguna vez nos bañó”.

Nos despojó también de la falsa creencia de que en momentos de emergencia las instituciones funcionan. No funcionan, tal vez empeoran. Otras instancias podrán funcionar, como las radios o la TV con su amplia cobertura catastrófica.

Porque ahora, después de este sábado y de otros días parecidos en la historia nacional, nada es cierto, todo parece ser relativo. Y en este orden de cosas, emerge casi como la salvación la imagen divinizada de las FFAA, cuya presencia armamentista podrá en última instancia, controlar lo incontrolable, generar un orden a como de lugar o contener la furia del ciudadano anónimo, los olvidados, los perdedores.

Volvemos de esta manera a lo de siempre, al chiste repetido que revela quienes son los verdaderos dueños de la pelota en Chile. Porque ahora no se trata del comunismo o de defender la democracia, se trata de una nueva versión, impresentable, del “no-ciudadano”, los apátridas apoderados de las calles, individuos vulnerables, desequilibrados psíquicos que siguen a la masa amorfa, fronterizos que no lograron “reconvertirse” bajo el alero de políticas públicas que los olvidaron.

El mismo que asalta, incendia o huye con cualquier cosa, so pretexto de evitar el temido “desabastecimiento”, un concepto ahora añejo cuando lo que se lleva la turba no solo son alimentos de primera necesidad, sino toda clase de bienes fuera de toda lógica sensata.

El fenómeno al cual asistimos, no nuevo por cierto, del pillaje, del ladrón de poca monta, del oportunista, nos lleva a pensar sobre la “ciudadanía” que este terremoto ha dejado al descubierto. La no-sociedad, LA FRACTURA que hace posible la aparición y reproducción de estos hechos que forman parte de la más oscura idiosincrasia chilensis.

Se trata, claro está, de apátridas, desintegrados, excluidos en el más puro sentido de la palabra, cuyos canales de ingreso a una sociedad de consumo pasan angustiosamente por la tenencia “a como de lugar” de la lavadora o el TV de pantalla plasma, que convierten en objetos de culto, desplazando con creces los mecanismos tradicionales de inclusión. Criterios de prestigio como lo fueron antaño, la honradez, la probidad o el altruismo como guía del servicio publico o simple solidaridad por deber cívico.

Atrás quedaron los anhelos de abuelos o padres que estaban orgullosos de haber educado a sus hijos “con esfuerzo” o de ser “pobres pero honrados”. En ellos, los vándalos, se reproduce el ansia por llevarse lo que sea, un algo que cosificado, les permitirá aparecer triunfantes en los canales donde esta ciudadanía transgresora se muestra y escenifica.

El logro está en ser, al menos, el anónimo pillo por un día. En convertirse en transgresores imitativos, con escasa o nula organización y con un alto uso de la violencia barrial.

No nos asombre, tampoco nos impacte demasiado el ladronzuelo hecho al fragor de la oportunidad que para ellos “pintan calva”. O la turba descontrolada que asola municipios como el de Hualpen en la gran Concepción. Ellos, los mismos vecinos tal vez, nunca se sintieron o sentirán parte de la institucionalidad que representan estos organismos públicos.

Nada será hoy más importante en esta locura temporal por “ser alguien” a través de ese “algo”, cualquier cosa, que se encuentra en la vitrina antes del terremoto lejana, antes del terremoto, inaccesible.

Para muchos de ellos, la turba ingobernable, será su único reducto de protección hasta que se agote el último objeto, se destruya o quemen los emblemas de poder al cual nunca van a poder optar.

Pasadas las semanas, es muy probable que la turba se desintegre y vuelvan, sus miembros, a una vida sin sentido, al anonimato, al estar por estar sin oportunidades ni horizontes, perdidos como lo han estado siempre en una sociedad mercantilizada, que hoy tiembla en sus cimientos frente a su único y gran enemigo, la siempre desafiante naturaleza.