martes, 15 de junio de 2010

Ahimsā

Por Karina Olivares


Esta palabra podría traducirse como “la ética del no daño” y forma parte de una potente doctrina asociada al hinduismo, que se hace conocida en occidente a través del Mahatma Gandhi, quien fuera a su vez, practicante activo de esta filosofía tanto en su vida personal como en sus planteamientos políticos y sociales.

Ahimsa es un camino o una forma recta de hacer las cosas, que permite asegurarse de no causar daño a los seres sensibles o que tengan capacidad de sentir, poniendo énfasis en el cuidado estricto del pensamiento, el habla y las acciones, considerando que tanto el pensamiento como las palabras pueden generar efectos adversos en nosotros mismos y el entorno.

Su simpleza se basa en la hipótesis de que nadie quiere hacer daño, causar dolor físico, moral o emocional en otros, al menos de forma conciente o premeditada. Dejando fuera las excepciones a la regla, en general, queremos hacer todo el bien que sea posible, especialmente si ello atañe la esfera de nuestros afectos, hacer lo que sea correcto o si se quiere, lo adecuado y esperable moralmente en cada situación.

De esta manera, Ahimsa propone seguir la naturaleza bondadosa que reside en cada uno de nosotros, ayudándonos a lograr la paz como parte de nuestras aspiraciones fundamentales, poniendo énfasis en la responsabilidad que nos atañe en nuestras circunstancias actuales, sean estas buenas o malas, de acuerdo a la ley universal de causa y efecto o lo que el cristianismo se conoce como la Ley de la siembra y cosecha.

Es interesante constatar como, la sentencia más conocida del Ahimsa, “Haz a los demás lo que quisieras que los demás te hicieran a ti” posee resonancia universal a través de ciertas indicaciones de orden ético-morales entregadas por otras creencias a lo largo de la historia:


“Por ende todo lo que querrías que los hombres te hicieran, hazlo tú a
ellos, pues tal es la Ley de los profetas” (Evangelio de San Marcos)

“No hagas a tu vecino lo que te resulte detestable. Eso es todo el
Torah” (Judaísmo)

“Lo que no quieras que te hagan a ti, no se lo hagas a los demás”
(Confucio, China)

“Convierte en hábito dos cosas: ayudar o, como mínimo, no hacer daño”
(Hipócrates, Grecia)


No obstante estas sabias indicaciones, quizás seguimos haciendo sufrir. Probablemente más de lo que hubiésemos querido y en especial a nuestros seres queridos, puesto que el hecho de que otros sufran o se vean afectados por decisiones erradas (muchas de ellas inspiradas originalmente en un bien superior) sea quizás uno de los efectos más riesgosos que resulta de vivir y de relacionarnos con los demás.

Nadie hay que se haya liberado de una pena por mucho bien que hubiese deseado o haya pasado por la vida sin haber sido víctima de un abuso, una desgracia o de un maltrato infringido conciente o inconcientemente por otros; lo que los hindúes llaman el avidya, los efectos de la ignorancia ciega, el hacer daño a otros sin reparar en ello o sus consecuencias. Entonces podemos considerar esto como parte de la vida o parte de los resultados de decisiones personales que otros pueden tomar o seguir tomando bajo su propia ley de libre albedrío.

La clave para tomar “el recto camino” del Ahimsa podría considerar en primer lugar ser al menos concientes de nuestro potencial para hacer daño, utilizando el prisma de lo que ha sido nuestra experiencia anterior en cada uno de los casos y los resultados que hemos obtenido en cada una de ellas.

Ser concientes de nuestro “coeficiente potencial de daño” significa estar alertas a nuestra capacidad de pensar, decir o hacer cosas que perjudiquen a otros o a nosotros mismos, de acuerdo a lo que sabemos ya hemos hecho con anterioridad, ubicando causas comunes a similares consecuencias.

Lo mismo puede ser aplicado a nuestra habilidad para hacer el bien, considerando esto como todo aquello que reporte beneficios con arreglo a valores y que se sostenga a sí mismo como positivo y noble en el tiempo.

Gandhi decía que el Ahimsa, ética del no daño o la no violencia hacia la vida, requería una mente, una boca y unas manos pacíficas, con lo cual indicaba un camino, por cierto desafiante de construir relaciones humanas más efectivas, lo que muchas veces implica al fragor de una contienda dejarse ganar, al menos temporalmente para enseñar un camino distinto.
Decía sabiamente: “Primero ellos te ignoran, luego se ríen de ti, luego te hacen la pelea, y entonces, tú ganas” Bajo esta lógica y frente a un conflicto “ganar” no implica necesariamente vencer al enemigo con sus mismas armas o responder agresión con agresión en un mismo nivel de violencia. Significa utilizar armas alternativas vinculadas al silencio, la contemplación y la resistencia pacifica frente a la agresión externa o las presiones interiores-psicológicas por responder beligerantemente.

Pueda ser que esta forma de hacer las cosas sea difícil de aplicar en una ciudad tan convulsionada como Santiago, donde se pierde el control con demasiada facilidad en lo relativo a las relaciones humanas, donde también se olvidan ciertas normas éticas y morales de convivencia simplemente porque “Nadie” las enseñó en el colegio o en las familias.

Pero bien vale hacer el esfuerzo de ir contra la corriente y detenerse a pensar cómo es que los sabios han resuelto estos problemas de manera de no generar más caos en el caos y hacer algo más de lo que todos queremos y aspiramos, un poco de paz y buena vida.

5 comentarios:

  1. Gracias Karina, por enseñarnos este nuevo concepto: Ahimsa, la ética del no daño, tan necesaria en la relación con uno mismo, con el entorno familiar, comunitario y social. Se trata simplemente de Amar-se y Amar. Reflexiono por ejemplo, acerca de aplicar este concepto en el trato que reciben las personas con discapacidad, desde la dictación de planes, proyectos y políticas publicas que les excluyen. Ahí vemos claramente lo que mencionas: Lo que los hindúes llaman el avidya, los efectos de la ignorancia ciega. Gran desafío para quienes trabajamos educando y concientizando, correr el velo de la ignorancia.

    Karina, Felicitaciones…!

    Alejandro.

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  2. Ahimsa, buena palabra para conducirla y llevarla a efecto. Es tarea ardua pensar que muchos todavía no toman conciencia de su propio camino y menos propiciar el beneficio para los otros que están ahí , dormidos en el sueño de la no conciencia.
    En todo caso que una persona acepte que esto confluye así, es un éxito porque no estamos solos y nuestros guías siempre recurren a provocar las circunstancias para que sigamos aprendiendo.
    Gracias por ayudar a educar nuestro espíritu.
    Un abrazo en reiki, Maritza

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  3. Maravilloso texto, interesante, esperanzador. pero es verdad ¿como llevamos a cabo esto en una ciudad tan convulsionada como esta, tan llena de envidia, gente agresiva y oportunista?...

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  4. Me parece interesante lo que escribiste en tu columna, sobre todo porque, a mi parecer, es un pilar base para vivir armoniosamente en sociedad. Sin embargo, creo que el análisis hecho asume como dato una cualidad que la mayoría de las personas, por lo menos en Santiago, no tiene, que es la capacidad de pensamiento, análisis y menos aún, de reflexión y de toma de conciencia, por lo que se debería trabajar primero en esas áreas, antes de entrar a las siguientes, que son en las cuales el desarrollo que expones se focaliza.

    De todos modos, estoy conciente que esta presentación está publicada en internet donde los que buscarán sobre Ahimsā, ya tienen cubierta esa capacidad o van en camino a ella.

    Muchas gracias por aumentar mi cultura sobre otras culturas.

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  5. Karina

    Mis felicitaciones. Por tan bella y profunda reflexión. Todos debieramos apostar por el no daño al otro. y ppalmente por aportar en esta ciudad tan contaminada de todo.

    Muchas gracias por compartir con la red este escrito.

    Afectuosamente

    Yenny Soto Muñoz.

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