miércoles, 6 de mayo de 2009

Esperanza Andina

















Por Karina Olivares

Era un bastión de lucha post dictadura. Un ícono en la defensa por los derechos humanos. Pero no lo supimos hasta que llegamos a trabajar ahí en 1997. Ese año ingresamos al campamento Esperanza Andina en lo que sería nuestra práctica de trabajo social comunitario. Y nos quedamos dos años. Un tiempo suficiente para conocer por dentro este histórico asentamiento humano que estaba al finalizar Av. Grecia, en los faldeos precordilleranos de Peñalolén, Chile.

Difícil es sintetizar lo que fue este espacio poblacional. Lo que aprendí. Lo que vi. Y lo que años después intento describir. Porque hoy esta historia es parte de un rescate cultural necesario, pero pocas veces valorado por aquellos que se encargan de escribir las historias oficiales.

Esperanza Andina es una historia abierta que empieza a escribirse el Otoño de 1992, cuando 842 familias y 4000 pobladores, organizados en la Coordinadora de Allegados de Peñalolén, se toman un terreno de 14 hectáreas, dando inicio a este proceso de conformación poblacional único en Latinoamérica.

Un movimiento pro vivienda cuyo objetivo fue mostrar la miseria que se escondía (y esconde) en los patios traseros de muchas casas y colocar la situación de los allegados en el debate de un país que aún celebraba el advenimiento de la democracia.

Se trata de miles de personas, familias completas que motivadas por el agobio del allegamiento, situaciones de arrendamientos precarios, hacinamiento y/o problemáticas psicosociales, levantan improvisadas viviendas en sitios baldíos no urbanizados de las grandes ciudades.

Un fenómeno que se inicia fuertemente en Chile con las oleadas de migrantes desde el campo a la ciudad de los años 40 y 50, que termina consolidándose en las décadas posteriores, con la expansión y crecimiento horizontal de las ciudades. Dejando a quienes tienen menos ubicados en las zonas periféricas de las grandes capitales.

A medida que la población aumentó, por efecto lógico, crecieron también las “poblaciones callampas” llamadas así por la tendencia a hacerse más evidentes en épocas de invierno. También son llamados “campamentos” o en su denominación técnica “asentamientos humanos”.

¿Pero por qué luchar por este derecho humano? ¿Por qué Esperanza Andina de Peñalolén se convierte en ícono reivindicativo, logrando reunir a tantos miles de personas?

Es una pregunta interesante, porque la vivienda es por cierto, un derecho humano sinérgico que dado de manera adecuada, refuerza considerablemente la posibilidad del disfrute de otros derechos. Por ejemplo, el carácter adecuado de la vivienda y otras condiciones de vida se halla en estrecha relación con la posibilidad de disfrutar del derecho a la higiene ambiental y a un nivel más alto de salud física y mental.

En este sentido, la OMS ha señalado que la vivienda es el factor ambiental con más influencia sobre las condiciones de enfermedad, mortalidad y morbilidad. Y aquello no es poco, por cuanto se configura como un motivo de peso para plantearse con la fuerza que lo hicieron estos chilenos a inicios de la década del 90.

Pero también el lugar elegido por estas familias no fue al azar: Peñalolén ha sido históricamente una comuna receptora de una gran cantidad de población pobre, etnia mapuche, migrantes campo-ciudad, etc. por tanto posee un sello distintivo que aumenta el malestar social, si este no es conducido positivamente.

En este contexto, las llamadas operaciones “tomas de terreno” desde los años 60 en adelante, fueron mecanismos que permitieron a las familias de extrema pobreza acceder a sitios que posteriormente urbanizaron, pero que mantuvieron su esencia de precariedad material y los rasgos socioeconómicos de su población.

De estas operaciones nacen por ejemplo, poblaciones emblemáticas como La Faena o Lo Hermida. Pero el crecimiento explosivo de esta comuna genera con los años la demanda de suelos precordilleranos por las familias de clase media o alta no residentes, lo cual genera la carencia de terrenos para que la población pobre pueda acceder a viviendas al interior de la misma comuna, donde poseen sus redes sociales.

La agitación social que genera esta situación y la ausencia de soluciones equitativas por parte de las autoridades de vivienda en ese entonces, habría facilitado el estallido de la primera gran toma de terrenos post dictadura, acontecida el 19 de Junio de 1992.

De madrugada, tras una estricta y cerrada organización, con niños, miles de familias se ubicaron en aquellos terrenos. Fueron disueltos por las fuerzas policiales, instados a dejar el lugar. Pero siempre el objetivo primordial estaba primero.

Hubo también fuertes lluvias. Vino el invierno. Muchos pobladores enfermaron por efecto de la humedad y el frío. Pero todo se mantuvo inamovible. Con el paso de los días el polietileno de las carpas, fue reemplazado por planchas de madera, agrupándose luego cientos de mediaguas.

Allí fue clave la férrea organización y la capacidad de los lideres para traspasar una visión y compartirla, porque como en toda gran empresa, no solo importaba que todos tuvieran una necesidad común, sino que el asunto era como se hacía para organizar esa necesidad y llevarla a la práctica en soluciones concretas.

Por ejemplo: en Esperanza Andina se reclutaron los talentos de cada poblador, en un lugar donde lo que más abundaba eran obreros de la construcción desempleados. Ellos y sus mujeres, sentaron las bases de la urbanización del campamento.

Cada una de las especialidades fueron puestas al servicio de este bien común que era poner en marcha esta emergente población. Y las mujeres trabajaron por cierto codo a codo con los hombres en extenuantes jornadas de trabajo que abarcaron días y noches sin parar.

Pero también hubo allí prácticas extraordinarias para el análisis del trabajo social. El abordaje de las problemáticas sociales al interior del campamento fue una de ellas.

En Esperanza Andina eran penados con expulsión las prácticas de violencia intrafamiliar, robo, tráfico o consumo de drogas, alcoholismo. Todos los casos eran llevados a una especie de tribunal vecinal que evaluaba las situaciones más complejas acontecidas en el seno de las familias residentes. De encontrarse un caso se procedía a la inmediata expulsión. Y la expulsión de una familia era irse a la nada, fuera de las fronteras del campamento.

Por cierto que la singularidad de Esperanza Andina podía ser cuestionable al ojo de un visitante, pero al interior se podía verificar la existencia de cierto orden y paz social que hacía posible la práctica de múltiples otras formas de intervención. Aunque destacaba un liderazgo reservado y cauto por parte de los dirigentes, siempre desconfiados de todo elemento externo que ingresara.

En nuestro caso trabajamos promocionando la participación de jóvenes y con mujeres emprendedoras, siendo apoyados por la Corporación Comparte y los docentes de la Universidad Silva Henríquez. Pero siempre faltaba mucho apoyo, había demasiadas carencias y todo por hacer.

Por tratarse de un asentamiento no autorizado, carecía principalmente del apoyo estatal en lo referente a programas sociales destinados a la extrema pobreza. Allí los agentes del municipio no ingresaban formalmente.

Pero aún dentro del campamento, me cuestioné muchas veces cómo intervenir a los jóvenes. Recuerdo que mi profesor Eusebio Nájera me dio luces para este trabajo: los jóvenes, decía, van a ser lo que hacen y lo que hacemos juntos. Absténganse de usar categorías con ellos pues todo intento por definirlos es vano, por cuanto se trata de un segmento siempre cambiante. Finalmente hicimos un proyecto basado en asesorías técnicas a lo emergente y capacitación en la acción, en el vínculo, que requirió flexibilidad, empatía y respeto por las dinámicas, o no dinámicas, internas del grupo.

La toma llevaba años allí cuando llegamos. Creció y se consolidó como espacio poblacional. Pero el tema presente y siempre conflictivo fue sin duda como lograban establecerse formalmente y convertirse en propietarios de los terrenos. Pero la dueña, una dama muy poco respetable en cuanto a palabra empeñada, jamás llegaba a acuerdos serios con los dirigentes. Siempre quería más plata. Un día cerraba el trato y al otro día el acuerdo no tenía validez, era una historia de nunca acabar.

Cansados de esta rutina de abusos, los pobladores optaron por una solución definitiva y radical. Tras una huelga de hambre que casi le cuesta la vida al máximo dirigente, decidieron caminar desde Esperanza Andina en Peñalolén hasta el Congreso Nacional en Valparaíso. Una caravana con plazo de dos días para llegar al Parlamento y exigir que el Gobierno expropiara los terrenos, poniendo fin a las especulaciones de la dueña.

Y se fueron caminando en lo que sería una verdadera hazaña épica. Caminaron sin parar: hombres, mujeres, jóvenes, niños y adultos mayores. Miles de personas con un mismo objetivo: lograr hacer ver al país completo la miseria de los patios traseros que no podía seguir siendo escondida. La desigualdad. La falta de ética al diseñar quien vive donde y con quienes.

Y la medida tuvo sus frutos cuando el Estado de Chile finalmente expropia las hectáreas en cuestión, fijando un precio adecuado y realista, de acuerdo al ahorro riguroso que cada familia poseía.

Cuando dejamos la toma el fin de esta historia aún no acontecía, me parece que aquello sucedió uno o dos años después (1999 o 2000). No vimos por tanto las casas nuevas, la alegría interminable del sueño cumplido, la fiesta de celebración o el recuerdo sentido de aquellos pobladores que se fueron sin ver como, tantas luchas y sufrimientos, habían dado sus frutos.

Una tarde dejamos Esperanza Andina llevándonos en la mochila cientos de recuerdos, caras de pobladores e incluso nuestra Tesis de Grado para Optar al título. Todo eso nos regaló este sueño cumplido. Una esperanza a los pies de la Cordillera de los Andes.

3 comentarios:

  1. Que sorprendente quede impactada y encanta con esto. Soy una de las jóvenes que vive en esta población actualmente estudio Trabajo Social, estoy en 4 año y a punto de comenzar mi tesis. Me encantaría saber cómo se llama la tesis que hiceron para poder leerla, me interesa mucho.Los felicito! Vanessa López Aguilera

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  2. Buen resumen con algunos detalles, buena información para las nuevas generaciones de Esperanza Andina ya que devela también la desconfia dirigencial, respecto de la educación y capacitación del poblador.

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  3. Mi mama y mi familia estubimos en ese canpamento llo era una bb recien nacida y mi mma me dijo que ellos marcharon a valparaiso apie y fue muy dificil lo que pasaron y lucharon para rener nuestra casa

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