jueves, 2 de abril de 2009

UN TRAJE A LA MEDIDA

“Estas murallas que ocultaron la muerte y la tortura, hoy tendrán signos de vida…”
(P. José Aldunate)

Yo no sé en qué momento me involucré en esta historia. Habrán sido esas fotografías en la peña aquella, no lo sé.

Siempre buscando el detalle que me atrajera hasta allá. Siempre conectada con no sé qué línea que casi siempre me llevaba hasta ese lugar. Sabía que algo se celebraba. Que había que ir. Que se cumplía un aniversario más de los tantos acontecimientos ocurridos allí.

Pero no fue hasta bastante tiempo después y ya con valentía que decidí asomarme. Campo de concentración para los dolidos. Parque por la Paz, para la democracia: Villa Grimaldi siempre ha estado en mi corazón. Tengo una vía directa que me une a este lugar y con el tiempo he ido comprendiendo que así no más debe ser.

Ese primer día de visita rememoré presentes y pasados. El dolor, las historias, las idas y venidas de los camiones militares. La Torre me impresionó. El parque, a pesar de todo con esa vida refulgurante. Las huellas de los calabozos, indelebles en mi mente. Nunca fue tan necesario ir al lugar como ese día. Lo sentía. Pero estaba allí como un acto de extrema valentía sin saber lo que podía conectar, sin temor a escuchar aquellas voces que resuenan a veces en mi mente. En los tejidos sensitivos de mi mente que es también mi corazón.

Las voces de aquellos que fueron llevados hasta allá. Sus últimas horas. Esa vista panorámica, como en fotos seguidas que se viene a la cabeza cuando se siente la muerte cercana, tan cercana como en Grimaldi. La tortura y el pasaje hacia el otro lado. Los que traspasaron el velo de la muerte ahí mismo. O los que habiendo sido sometidos a lo indecible fueron llevados aún más lejos, al mar, conectados a rieles para tocar el fondo pacífico, oscuro y entrañable. Ese mar que tranquilo nos baña.

Ese día sabía que iba a encontrarte, que tenías listo el traje para nuestro encuentro y nuestras conversaciones. Quién eras, qué sentías, cómo había sido que habías llegado hasta allá. El sastre veinteañero, con un traje impecable, venía nuevamente a decirme que nunca se había ido de la Villa. Que él, así como muchos otros, se encontraba en una especie de bardo, a la espera del pasaje final hacia otro lugar. Que su tiempo y espacio eran distintos a “nuestro” espacio tiempo. Y lo más hermoso de todo: que cada semilla plantada, germinaría en su momento, porque cada vida es una semilla que da sus frutos indefectiblemente de acuerdo a los actos y pensamientos de cada cual.

¿Pero quién era él? Hasta ese momento no sabía que Miguel Ángel Sandoval Rodríguez, sastre de oficio, detenido desaparecido, era a esas alturas un ícono de la lucha por los Derechos Humanos. Aquella lucha casi perdida por saber dónde estaban y qué ha sido la gran deuda de todos y cada uno de los gobiernos post dictadura.

Desde la desaparición de Miguel Ángel en 1975, tuvieron que pasar largos 30 años para que el ex agente de la DINA Manuel Contreras, fuera notificado de su condena a 12 años por su secuestro calificado. Histórico. Se trataba del primer fallo en que la Corte Suprema de Chile se pronunciaba sobre el secuestro calificado, ratificando las condenas y descartando la ley de amnistía. De esta forma se confirmaba que el secuestro, como delito de lesa humanidad, que no se interrumpe hasta que aparezca la víctima o al menos, sus restos.

Los captores de Miguel Ángel y en lo sucesivo, de todos aquellos que se encuentran en su misma situación, no pueden ser amnistiados, ni menos, los delitos prescritos. Un célebre e inspirador titular exclamaba por esos días que Miguel Ángel Sandoval Rodríguez, les había hecho un traje a la medida a sus captores. Y así no más fue.

Tras ese primer encuentro en Grimaldi, te busqué también como uno de tus familiares. Largas horas investigando sobre esta particular historia. También como los tuyos, guardé tu retrato y lo mantuve hasta hace poco entre mis cosas más significativas. Extraño era verte ahí sobre un aparador, pero cierto orgullo necesario en mi conciencia me decía lo importante que era que estuvieras.



Tu fotografía era un recordatorio para la parte de responsabilidad moral que nos queda a todos en esta historia y en aquella que construiremos en lo sucesivo, como semillas agitadas por el viento de la vida. Ahora, pasados los años, hago esta crónica porque entre todo, habiendo pasado tanta agua bajo el puente, ambos estamos en paz con aquello indescriptible que nos une. En la Villa, en la Vida y en todas nuestras verdades compartidas.

Parque por la Paz Villa Grimaldi. Av. José Arrieta 8401 Peñalolén, Santiago, Chile.

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